¿Debemos poner límites a nuestros hijos?

21 Ago, 2014 | Noticias, Nuestros consejos

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Seguramente todos hemos sido testigos alguna vez de cómo un niño controla a su madre en el supermercado. ¡Cada pasillo y cada góndola son grandes tentaciones! Galletitas, chuches, cereales, chocolatinas… es muy difícil aceptar un NO. La madre, que no quiere pasar vergüenza delante de la gente, le ruega al niño que se calme para que deje de hacer un escándalo. Y finalmente le compra “algo” para recuperar el control. ¡Pero esto es solo una ilusión!

¿Qué significa la palabra límite? ¿Por qué debemos poner límites?

Según el diccionario la palabra límite significa: “Fin, término del cual no puede excederse…” y también “ aplíquese en especial a los derechos reales que restringe la plenitud del dominio “. En síntesis, un límite es una línea demarcatoria que indica “aquí comienza mi propiedad”. Define dónde comenzamos y dónde acabamos. De qué somos responsables y de qué no. El dueño de una propiedad es el único responsable de lo que ocurra dentro de sus límites. Parece fácil  de reconocer en el mundo físico, pero este principio rige también para todas las relaciones entre personas, y tanto en lo referente en los límites con uno mismo como a los límites de los otros. Los límites permiten diferenciarnos de otras personas.

¿Cuáles son los alcances de nuestra responsabilidad? ¿Dónde comienzan los límites de los demás? Todos sabemos que invadir la propiedad privada tiene consecuencias, implica sanciones. Y estas consecuencias sirven para darnos cuenta de que no respetar los límites ajenos es grave, como lo es también que los otros no respeten nuestros límites.

El problema de límites tiene dos caras: para quien no puede ponerlos (y todos tenemos que aprender a hacerlo para ser respetados en todas las áreas de nuestra vida) y para quien no puede respetar los límites ajenos.

¿Cómo actúa una persona sin límites o con límites muy débiles?

Los límites no se heredan, no vienen dados; se enseñan, se construyen, se trabajan. Y las etapas más importantes son los primeros años, cuando se forma nuestro carácter y las bases de nuestra personalidad adulta. Cuando los padres no enseñamos a nuestros hijos a respetar los límites, les estamos haciendo creer que son omnipotentes, que sus deseos están siempre por encima de los demás. Si crecen sordos al NO, les estamos impidiendo ejercitarse para los NO que la vida misma se encargará de ponerles. Por otro lado, el hijo que sienta que puede hacer lo que quiera se criará de manera egocéntrica. Sentirá que el mundo gira alrededor de sus deseos y en esto les estaremos mintiendo además de lastimarlo.

Alguna vez nos hemos encontrado con adultos que no aceptan un NO, que no respetan los límites ajenos, que necesitan controlar a los demás para salirse con la suya. Al mismo tiempo tampoco asumen la responsabilidad de sus propias vidas y las consecuencias de sus acciones. Estas han sido personas con déficit en sus crianzas respecto a los límites. Hay otra forma en la que aparecen las dificultades con los límites: es cuando estos son muy débiles. En este caso es el hijo quien no puede hacer uso de su libertad para decir NO, para poner límite al avance del otro, a los que no se comportan correctamente con él. Estos chicos temen perder  la relación con la otra persona y acceden siempre a sus exigencias, posponiendo sus propias necesidades y deseos. Cuando a los niños no se les enseña a decir NO o los adultos no los respetamos, quedarán incapacitados para defenderse ante el atropello del otro. Un niño tiene que poder decir “no estoy de acuerdo con …”; “ no quiero jugar contigo…” ; “ no me gusta esto…” ; “ no quiero que me toques ahí…”

¿Cómo actúa un niño con límites claros?

Como padres debemos transmitir a nuestros hijos que son bienvenidos, amados y que estamos de manera incondicional física y emocionalmente. Ofrecerles un mundo seguro, estable, que los ayude a crecer, incorporando aquellos fundamentos que les permitan sentir  que tienen control sobre sus vidas y sobre sus decisiones. Formar hijos bien adaptados y con amor genuino y disciplina firme los llevará a desarrollar seguridad y autonomía. Muchas veces los padres, para evitarles dolor, les aliviamos las consecuencias negativas de sus actos, sin tener en cuenta que estas pueden ser los mejores métodos de enseñanza. Como padres deberíamos dejar que nuestros hijos reflexionen sobre las consecuencias naturales de sus conductas.

Criarlos con amor y límites, con ternura y consecuencias, hará niños seguros de sí mismos, con un sentido de control sobre sus vidas y les permitirá asumir la responsabilidad sobre sus decisiones y no depositarlas en otros. Aprender a elegir y a asumir las consecuencias.

En nuestra propia historia hemos tenido que incorporar diferentes NO: padres, hermanos, maestros, compañeros, jefes o supervisores, la ley, etc. Y esto es claro tanto para aprender el respeto por los límites ajenos, como para que respeten los nuestros.

Y la construcción de estos límites es evidente a los tres años, cuando el niño tiene que ser capaz de vincularse con los otros sin temor a perder su libertad; decir NO sin temor a perder el amor de los otros, y aceptar el NO de los otros sin inhibirse o retraerse emocionalmente. Este será el punto de partida para transitar por la adolescencia con mayor seguridad y autonomía. No solo las relaciones sanas, sino también los caracteres maduros se construyen en base a los “no” oportunos. Los niños en etapa de desarrollo deben saber que sus límites serán respetados.